El municipio de Constantina se encuentra a 87 km de la capital y posee alrededor de 6928 habitantes.

Su extensión es de 483 km2 y su altitud es de 555 m sobre el nivel del mar.

El origen de Constantina lo encontramos ya en los albores de la prehistoria, dada la riqueza natural y minera (minas de cobre y plata en sus inmediaciones) del suelo, al menos desde el Neolítico. De esta etapa se hallan restos en el Museo Arqueológico de Sevilla.

Las fuentes hablan de una primitiva ocupación por los celtas beturienses (1.200 a.C.), junto al poblado del Cerro del Almendro Los «Túrdulos», rama beturiense, la llamaron «Sucum-Murgi».

Fue reconstruida más tarde por los cartagineses que le dieron el nombre de «Lacuni-Murgi», la arqueología testimonia el contacto comercial con fenicios y la presencia púnica.

A la conquista de los romanos, se traslada la población junto al «Cerro del Castillo», y se convirtió en una ciudad importante, tomando el nombre de «Constantia Julia», en honor a Julio César, y acuñó moneda propia. El hecho de hallarse junto a una calzada, trazada entre Astigi (Écija) y Emérita Augusta (Mérida), así como múltiples testimonios arqueológicos ponen de manifiesto el desarrollo de esta localidad en tiempos romanos. En esta época los vinos extraídos por los romanos de sus vides se hicieron famosos en Roma, recibiendo el nombre de «Cocolubis».

La ciudad está plenamente consolidada bajo dominación musulmana, como lo indican numerosos restos y documentación de historiadores y geógrafos del período califal, así como muestra la importancia de su barrio de la Morería.

Llamada bajo dominación árabe «Cotinema», al ser reconquistada por el rey Santo, Fernando III, volvió a llamarse «Constantina», como ya la habían llamado los visigodos. La Reconquista tuvo lugar en 1.247, jugó un papel destacado en las guerras de banderías entre las casas nobles dominantes en Sevilla y finalmente, fue recuperado su castillo por las fuerzas reales de Isabel la Católica en 1478, quedando constituida en «villa de realengo», vinculada al señorío de la ciudad de Sevilla. Ello le permitió participar en cierta forma de las consecuencias del Descubrimiento de América y en las actividades comerciales, de exportación de vinos y aguardientes hacia las Indias.

Cristianizada por el rey santo, Fernando III, al que le entregaron las llaves de su castillo, en 1247. Conservó población musulmana después de la conquista de Sevilla. En 1478 pasa a poder de los nobles. La Reconquista tuvo lugar en 1.247 de manos del Rey Fernando III al que le fueron entregadas las llaves de su castillo, dependiendo del Marqués de Cádiz o del Duque de Medina-Sidonia, alternativamente, hasta que en 1.478 les fueron entregadas las llaves a los Reyes Católicos. Tras la reconquista fue agregada a Córdoba pero al hacer los repartimientos el rey Alfonso el Sabio la agrega a Sevilla. En el año 1.478 pasó del poder de los nobles al de los Reyes Católicos, quedando constituida en villa de realengo.

En 1810 sufrió como otros muchos lugares del país, la invasión del ejército francés, después de un destacable enfrentamiento que tuvo lugar en las propias calles del pueblo y que según la tradición costó la vida a trescientos lugareños. Tras dos años de ocupación quedó liberada de este yugo en 1812 habiendo pasado por uno de los momentos más dramáticos de su historia.

Obtuvo la concesión del título de ciudad, por el rey Alfonso XIII, en 1916, otorgándole el tratamiento de «Excelencia» y vivió su mayor prosperidad económica y demográfica entre los años 1940 y 1950, alcanzando la cifra de quince mil habitantes, que se dedicaban a una intensa actividad ganadera, agrícola, industrial y comercial.